jueves, 5 de noviembre de 2009

Una navidad diferente

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El veinticuatro a eso de las siete y diez de la mañana, Pappo Noel se levantó se su catre, y no sin esfuerzo, logró sacar su pesado cuerpo de ese aposento. Todavía en calzones, se desplazó hacia la cocina para poner la pava a calentar, mientras iba al baño. No le gustaba perder tiempo, menos en el día más importante del año para él. Para llegar a tiempo tenía que estar saliendo temprano después de comer, tipo tres, tres y media a lo sumo. Tenía aún todo un día por delante. Poco le importó que algunas hadas le reprocharan sus ronquidos o lo criticaran por lo raído de sus calzoncillos que dejaban ver bastante más de lo permitido sus pálidas nalgas. Se dirigió al baño, donde luego de recortar prolijamente su barba, se dedicó a retocarse las canas. Muchos creen que es natural, pero en realidad conserva aún algunos vellos oscuros que debe teñirse para no romper con la tradición. Es que así se lo exige el protocolo. Muchos no lo saben, pero Papá Noel no fue siempre el mismo. El actual asumió el cargo hace 20 años y carga con 61. El nombre se mantiene en estricto secreto, pero se sabe que es sueco, de sagitario y que antes de ser elegido como Noel, trabajaba en una concesionaria de Volvo en Göteborg.
Hace ya un tiempo que arrastraba algunos problemas de salud, y un plantel de médicos profesionales le habría recomendado mudarse a climas más benignos. Así fue que dejó Rovaniemi, su casa oficial en el polo norte, para mudarse a La Cumbrecita en pleno corazón de las sierras cordobesas. Aparentemente el aire de las sierras lo ha rejuvenecido, se siente más vital y con nuevos bríos, por el testimonio que podemos recabar de algunos duendes. Estos suelen vender peperina y dulces artesanales de cayote a los turistas que pasan por allí, que los confunden a menudo con niños disfrazados con el típico atuendo centroeuropeo de la zona. Aparentemente fue justamente eso lo que sedujo a Pappo Noel, la arquitectura y la gente del lugar, con fuertes reminiscencias germanas, que recreaban un microclima sino ideal, al menos bastante familiar, “para que no se sintiera tan lejos de casa”, según cuentan los duendes.
Había elegido esa zona de las sierras porque sabía de rumores sobre ciertos ex–jerarcas nazis que aún seguían escondidos allí y pensó que sería un buen lugar para esconderse el también, aunque su ideología se aproximaba más a una especie de anarco-sindicalismo contradictoriamente cristiano (el rojo de su traje no era casualidad). Sin embargo, el panorama actual dista mucho de aquel de la pos-guerra, y hoy en día cualquier empleado de la DGI con un mínimo de conocimientos informáticos puede localizar terrenos ubicados en cualquier punto del país, con la ayuda un simple pero efectivo programa de rastreo satelital que ha devenido en el terror de los desarmaderos ilegales y oscuros adjudicatarios de tierras fiscales: el afamado “Cuco’s Earth”. Parece ser que el año pasado, los inefables sabuesos aparecieron por la finca de Noel (dicho sea de paso estaba catalogada como “estancia”) y este se vio en problemas cuando tuvo que reconocer que no había renovado la visa y que un par de duendes laburaban en negro. Teniendo en cuenta que se trataba del popular ídolo de los niños, los burócratas tuvieron algo de compasión y se la dejaron barata, como quién dice, a cambio de sendos cuatriciclos para sus hijos. Parece ser que los popes de la dirección fiscal tuvieron en cuenta la innegable contribución del barbado amigo a la economía regional: las librerías de la zona no dan abasto con los pedidos por papel de regalo, cintas para moños y cinta scotch y muchas compañías del rubro están pensando en mudarse allá.
Pero volvamos a la rutina del “gordo” Noel como lo conocen los lugareños: a la mañana temprano es ya clásico su desayuno con mate cocido con leche y chocolate, una muestra del “choque de culturas” al que parece adaptarse con entusiasmo, pero que a menudo le juega una mala pasada intestinal. Después, por las mañanas, le gusta caminar por las sierras con la ayuda de un largo bastón que le sirve de apoyo cuando el terreno serrano se pone difícil. Eso le ayuda a bajar de peso, pero también le abre el apetito de cara al mediodía, donde por lo general le espera un chivito de su propio corral que le cocina uno de sus elfos, Adelmindo, que parece haberse curtido en el arte del asado a las brasas. Según palabras del propio Adelmindo, no puede faltar el chimichurri en el plato de Noel. Se pone muy fastidioso cuando el elíxir criollo se ausenta de la mesa, más cuando se trata de carnes asadas, aunque confiesa que también lo ha visto usándolo en las pastas.
No puede negarse que se trata de cambios drásticos. Sin embargo, este mundo cada vez más globalizado, internetizado, alienado y yoghurtmaníaco que genera tanto rechazo entre algunos de nosotros, tal vez también ofrezca una posibilidad para la utopía. Si, aunque suene paradójico, tal vez tenga un lugar guardado para mantener vivas las fantasías, tal vez… Ojalá así sea. Amén.

4 comentarios:

Polanesa dijo...

Jajajaj, genial!

Lamentablemente lo que se globaliza no es el mate ni el asado, pero está bueno pensar en un Pappo Noel con costumbres tan argentinas.

Saludo!

Esteban dL dijo...

che, daba para "retratarme" a mi en esa ilustración (?)

- como pendejo criado en los 90's (?), todavía extraño esas navidades a toda pompa que hubo en mi casa, despues del 2001, "the real world" llego aca y desde ese año, nunca más se armo ni pino, ni regalo, ni salimos mucho por ahi... nada.
Actualmente, no se festeja un carajo. QUE CAGADA.

Lady Stardust dijo...

genio, idolo!!!!!! me encanto tu post!!! me rei, me diverti mucho!
besos marcos

Dafne dijo...

¡Acertado el Lobo! me gusta tu narrativa, papa Noel siempre estara emigrando en busqueda de nuevos aires sin embargo en algun momento el aire siempre sera el mismo...