martes, 14 de abril de 2009

Crónicas de guerra


Un par de pibitos patean una pelota contra una pared, en la esquina de Sarmiento y Zeballos. Hace un tiempo solía ser una zona transitada, pero desde que se desató el conflicto, la ciudad ha cambiado. En ese mismo muro, donde solía haber una vieja verdulería, hoy los pibes juegan a la pelota, sobre un mural con la cara de los tres: Olmedo, el "che" Guevara, y el ex-payaso Piripincho, que desde hace unos años, cansado de las frivolidades propias del mundo del espectáculo, abandonó las luces del teatro para niños, pasó a la clandestinidad, y abrazó la causa del CSR: el temido Comando Separatista Rosarigasino. Debajo del mural se puede leer una leyenda en el dialecto local: "Viviregasemo' ligasibres o moriregasemo' chupagasados". Este grupejo de revoltosos asumió la representatividad del pueblo rosarino y ha estado luchando sin cuartel contra las fuerzas policiales, comandadas por el "tato" Larguía, que en su condición de capitalino es aún mas odiado por los irregulares. Por más de 2 años, los rebeldes han estado ocultándose en el parque Independencia desde donde han establecido su cuartel de operaciones, utilizando la frondosa vegetación para ocultarse. Desde allí han establecido baterías antiaéreas que impiden el avance de los helicópteros legalistas. De vez en cuando también disparan algún que otro misil Katiushka contra edificios de las autoridades, que sin embargo, siembran el terror entre la población civil. Lo que solía ser el centro de la ciudad, una vez pujante, es ahora una especie galería semiderruída, donde la gente vive atemorizada y tanto gatos como perros se adueñan de las calles, cuando no son comida para las tropas insurgentes, confirmando el otrora dudoso mote de “comegatos”.
Como sucede a menudo con la especie humana, aún en los momentos más terribles, cuando la violencia es moneda común y el propio contante, escasea, siempre hay alguien dispuesto a lucrar con la desesperación ajena. Es el caso de los comerciantes de calle San Luis, que permanece inalterable. Se asegura que varios de ellos han contribuído en el aprovisionamiento de las tropas de ambos bandos. Allí se lo puede encontrar al “turco” Lotuf, afamado ex –periodista, que ahora se gana la vida, vendiendo pinitos aromatizados y kalashnikovs a precios increíbles. Algunos, sin embargo, tienen probadas sospechas que en realidad todo es una fachada para ocultar su trabajo como corresponsal de guerra del diario “Clarín”. De todos modos, es gracias a este tipo de actividades que se explica la pujanza del tradicional centro comercial. Allí los negocios desbordan de mercadería, incluso en la calle donde se puede verse alguna que otra odalisca, algún que otro kebab que se hornea allí nomás en los puestitos donde se solía vender chipá o praliné, en la plaza Montenegro, ahora re-bautizada "Rey Fahd". Otro grupo que ha sabido readaptarse a la situación son los muchachos lava-vidrios. Los autos son cada vez más escasos en las angostas calles rosarinas, sin embargo ahora ofrecen otro servicio: por apenas algunos cigarrillos, o monedas, se trepan a los tanques para limpiar el cañón con un hisopo gigante, cuando estos se detienen ante los semáforos de Av. Pellegrini. Claro que no pueden entretenerse mucho, porque saben que el enemigo acecha por esa zona. Los del Comando usan a los jóvenes para crear emboscadas y las consecuencias suelen ser terribles. Sin embargo su poder de fuego ha disminuido mucho en los últimos tiempos. Parece que los rebeldes están cercados. Hay un par de posibilidades que permitirían prolongar la resistencia. Ambas son arriesgadas, el ex-payaso, Julián Smutz, y sus secuaces, los saben. Una posibilidad sería ganar un acceso al río, en la zona franca de Bolivia, para así lograr que barcos de bandera neutral pudieran proveer algún suministro de municiones. Se está requiriendo la ayuda del gobierno de Evo Morales, aunque las chances son escasas. Otra posibilidad, es replegarse a las islas vecinas y aprovechar la protección que brinda la espesura vegetal y las dificultades del terreno para continuar allí la guerra de guerrillas. Pero hay varios problemas: en primer lugar, las islas no forman parte del territorio rosarino per se, lo que generaría una falta de coherencia moral con los objetivos la lucha libertadora: no tendría sentido alguno combatir allí. En segundo lugar, los altos mandos rebeldes, ven con preocupación los efectos que podría causar en la milicia, las mundanas distracciones que ofrecen los paradores de las modestas pero bonitas playas de enfrente. Con la jarra de sangría a precios módicos, empanadas de mandubí y alguna que otra fémina local, mantener la disciplina es casi imposible...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

sr looooobooooo es un genio!!! una jo-yi-ta, me encantoooo!!!
besos
PD aun no incursioné en la carpintería :(

Maribel Conde dijo...

hey!! como andas? soy Maribel, me contó Andres la otra vez de tu blog y entré a leerlo. Muy buenas crónicas sobre todo lo de la ojota!! jajaja
nos estamos viendo!!

daydreamer dijo...

ojo! q o te pase como a la CIA, que en su afan de pavonearse con sus ICMB de largo alcance paso por alto la subterranea pero indispensable labor de la corriente amarilla en la guerra. Emulando a aquellos combatientes de los tiempos del mitico vietcong, la congregacion del empresariado textil coreano va ocupando trincheras invaluables sobre la linea de fuego. Primero los tajecitos para maestras y sras. de oficina a degenerados precios, y aggiornandose hoy al floggerpower en version dos por uno, ofrenen batalla sin cuartel desde las bateas luisinas.
Q la historia nos sirva para aprender... la guerra silenciosa dejo en pampa y la via a mas de un Mc Arthur.

Polanesa dijo...

Tengo que ponerme de pie, sacarme el sombrero que no tengo (o sostenerme el vestido mientras inclino la cabeza y cruzo la patita... qué hacen las mujeres en estos casos??), aplaudir y felicitarte (imaginariamente, claro, si no la inexistente clientela se me va espantada).
Me gusta mucho cómo y sobre lo que escribis. Por lo menos lo que leí hasta la payada de los festivales censurados, el cual no comparto su contenido (y todo no se puede, che), pero eso no lo hace menos excelente.
Me dejo de halagos y me voy a seguir buscando algo con lo que entretenerme esta tarde porteña y abandonada.
Pero volveré, conste.